El pintor español Eduardo Arroyo nace en Madrid en 1937. Licenciado en periodismo, con 21 años se traslada a París para desarrollar su verdadera vocación: la literatura. Además de vivir la efervescencia cultural francesa, Arroyo comienza a frecuentar la comunidad de exiliados de la Guerra Civil española, al tiempo que se inicia en la pintura de forma autodidacta. En 1968 participa en el Salón de la Joven Pintura con la obra La corrida de la mariposa, y al año siguiente realiza su primera exposición individual en la parisiense Galería Claude Levin donde muestra de forma explícita su posicionamiento político y su crítica al régimen franquista. Desde entonces su pintura se ha catalogado como figuración de crítica política y social proyectada bajo el prisma plástico del pop americano con trazos dadaístas o surrealistas.
Esa actitud agitadora del pintor, que responde más a un innato espíritu provocador que a idearios sociales profundos, le lleva a plantear, a mediados de los años sesenta y en colaboración con los pintores Gilles Aillaud y Antonio Recalcati, unas obras más violentas sobre la actualidad de España, lo que provocaría que unos años más tarde, todavía bajo la dictadura de Franco, fuera expulsado de España, obteniendo refugio político en Francia. En las décadas 60 y 70, Arroyo desarrolla la célebre serie de obras que, bajo la pretexto de un compromiso de revisión del arte y la vanguardia, son ácidas críticas hacia prestigiosas figuras de la vanguardia histórica como Marcel Duchamp, Miró o Salvador Dalí.
Instaurada la democracia el pintor regresa a España, y es entonces cuando su trabajo comienza a ser conocido en su país. Realiza una serie de obras que hacen referencia al exilio y posteriormente comienza las series de los Deshollinadores y Toda la ciudad habla de ello en la que, evocando el cine negro, sus composiciones se pueblan de escenas urbanas, gánsteres, escaparates o escenarios nocturnos. En el año 1982, se le concede el Premio Nacional de Artes Plásticas en España. Y ese mismo año celebra una exposición antológica en la Biblioteca Nacional de Madrid y en el Centro Georges Pompidou, de París. La actividad de Arroyo no solo se centra en la pintura, sino que trabaja escultura, cerámica, literatura, ilustración o escenografías teatrales, destacando su colaboración ininterrumpida con Klaus Gruber desde los 60 hasta la actualidad.
titulo // Ciertas consideraciones sobre la reconciliación nacional en el Valle de Los Caidos
fecha_creacion // 1970
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 150 x 150
En 1970, año en el que se fecha la presente obra, Eduardo Arroyo, impulsado por un innato espíritu provocador que se ha mantenido intacto durante toda su vida, realiza una serie de obras de marcado carácter político que quieren reflejar la actualidad española. Entre ellas destacan títulos como La mujer del minero Pérez Martínez, Constantina, llamada Tina, es rapada por la policía o El estudiante Rafael Guijarro se tira por la ventana a la llegada de la policía. Ciertas consideraciones sobre la reconciliación nacional en el Valle de los Caídos plantea el acalorado debate entre quienes interpretan el Valle de los Caídos como un símbolo de reconciliación nacional en memoria de los muertos de ambos bandos de la Guerra Civil, y los que avalan que tamaño mausoleo no es más que un símbolo del triunfo de los vencedores construido con el sudor de los vencidos. El pintor, que ironiza sobre el primer supuesto, plantea una obra de figuración narrativa en clave pop, con planos superpuestos, pincelada plana y vivos colores, en la que selecciona elementos anecdóticos que convierte en simbología, como la cruz que representa el monumento, los personajes de evocación alemana o la camisa azul.
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