José Manuel Broto nació en Zaragoza en 1949 y comenzó su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal. Posteriormente, se estableció en Barcelona entre 1972 y 1985, año en el que traslada su residencia a París. Durante su juventud, Broto intervino en los círculos artísticos más renovadores de la capital aragonesa y se convirtió en uno de los fundadores del grupo Trama, junto con otros artistas y periodistas como Xavier Grau, Javier Rubio, Gonzalo Tena y Federico Jiménez Losantos. El grupo estaba vinculado a los postulados de la revista Tel Quel y al movimiento francés Support/Surface y encuadrado en la tendencia constructivista como una forma de asirse a la vanguardia. El zaragozano evolucionó estilísticamente desde la década de los 70, época informalista de tendencia minimalista basada en estructuras geométricas elementales con presencia de campos planos monocromos hacia una abstracción lírica en la que combinó las formas informalistas con referencias a objetos geométricos u organicistas. Tras un período de impresionismo abstracto marcado por la experimentación, inició un ciclo de tono romántico en el que incluyó ruinas y motivos paisajísticos, que tenían reminiscencias de su viaje a Italia en 1982. Su traslado a la capital francesa en 1985 lo llevará a sustituir los temas románticos de su producción por figuras oníricas, geométricas, laberínticas u orgánicas, cada vez más austeras y abstractas, a la vez que incluye signos tomados de otros lenguajes como el matemático o el musical. Sólo un año más tarde, en 1986, su trayectoria experimenta un punto de inflexión, después del cual abandona la figuración velada que venía desarrollando desde 1982 para experimentar con la imagen digital, tendencia que prolonga hasta la actualidad. A comienzos de los años 90, inicia un ciclo temático centrado en la tradición ascética y mística de la pintura clásica española, caracterizado por obras de gran formato que desprenden sobriedad y solemnidad. Será después de 1995, tras la concesión del Premio Nacional de las Artes Plásticas, cuando se aprecie un cambio de tendencia hacia una mayor simplicidad de las formas y de la materia. Sin embargo, tres años después, su repertorio se enriquece con nuevos elementos como figuras espaciales, transparencias o formas atmosféricas a las que imprime un tratamiento muy colorista sobre campos de color contenidos y austeros que consiguen un resultado formal elíptico y cristalino. Broto se ha consolidado como uno de los creadores españoles de mayor proyección internacional y se ha convertido en referencia para muchos artistas de generaciones posteriores a nivel nacional. Su impecable trayectoria le ha valido la consecución de importantes reconocimientos como el Premio ARCO de la Asociación de Críticos (1997) o el Premio Goya de Grabado (2003). Asimismo, su obra puede contemplarse en las más importantes colecciones a nivel internacional, como la del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid o la del Metropolitan Museum of Art, de Nueva York.
titulo // s/t
fecha_creacion // 2004
tecnica // Acrílico sobre lienzo
dimensiones // 200 x 200
José Manuel Broto cultiva desde mediados de los años 80 una abstracción lírica a la que incorpora desde mediados de la década de los 90 la utilización de la imagen digital. Su pintura posee un estilo analítico y sintético, que somete a estímulos intelectuales provenientes de la poesía mística, la música, el ensayo o los viajes, para ampliar así su perspectiva como artista. Detrás de los aspectos pragmáticos y teóricos de la propia acción plástica, traslucen por detrás la carga intelectual y emocional plasmada a través de signos, grafías, colores y formas. La obra Sin título (acrílico sobre lienzo, 200x200 cm., 2004) responde al estilo que viene desarrollando el artista zaragozano en su etapa actual, desde los años 2000, protagonizada por obras caracterizadas por la sencillez formal, que sin embargo aporta una gran riqueza plástica. En esta ocasión, sobre un intenso fondo rojo uniforme, Broto dispone manchas de diferentes colores (amarillo, azul o verde) que parecen flotar sobre el espacio, logrando una sensación de ingravidez y ligereza que ofrecen como resultado una composición equilibrada. La obra se caracteriza por una gran carga rítmica y sintética, al tiempo que despoja a los colores de cualquier tipo de significado. Como explica la especialista Olvido Garcés, en estas composiciones el automatismo del color se añade a una rápida ejecución de las formas, que se aleja de cualquier conciencia reflexiva. A través de este tipo de obras, lo que el espectador puede observar es el reflejo del un universo íntimo del artista, que se llena de espirales y líneas moldeables, fluctuantes, que habitan un espacio que les viene dado, pero que a su vez crean el suyo propio gracias a la sensación de volumen y oquedad que en muchas ocasiones generan. Aunque no es el caso de la obra analizada, son numerosas las ocasiones en las que las manchas aleatorias creadas por el artista flotan sobre figuras geométricas, principalmente cuadrados y rectángulos, siempre ideados en colores muy vivos, básicamente en azul y rojo, éste último elegido para el fondo del lienzo objeto de este análisis. El autor concibe el azul y el rojo como opuestos y la utilización de ambos es constante en su más reciente trayectoria, cuando retoma el interés por los colores primarios que tenía cuando era un niño. Los antecedentes estilísticos de las creaciones recientes de este autor hay que buscarlos en la década de los años 80, como ya se ha mencionado, en la que comenzó a trabajar la austeridad de las formas y la abstracción para recrear figuras oníricas, geométricas, laberínticas y orgánicas, a las que desde 1998 incorpora aquéllas atmosféricas o espaciales, trabajadas con tratamiento colorista que desarrolla en grandes formatos, como en esta ocasión. Las formas flotantes y orgánicas que protagonizan este tipo de obras son el resultado de la fuerza del automatismo en el empleo del color. Éste presenta gradaciones, matices y vibrantes tonalidades que para algunos especialistas están relacionadas con el agua, como la consecución de la forma más sencilla posible, su comportamiento como líquido y los destellos que éste consigue. Gloria Collado lo explica así: “La sugestión del agua remite principalmente al logro, nada desdeñable, de alcanzar cada vez más mayor riqueza plástica con formas más simples y quizás a la liquidez misma de la materia pictórica que, con predominio de formas circulares o de recorrido sinuoso, parece cerrar el espacio sobre sí mismo o acortarlo a un ámbito de representación”. El autor logra con estas formas remarcar su universo creativo y cuando las hace flotar sobre figuras geométricas refleja la influencia de dos grandes maestros como Mondrian y Rothko. La impronta del primero se observa en la concepción de los fondos, donde habitan la línea y el color; y la del segundo, en la concepción del espacio y los grandes formatos. Asimismo, el autor busca la interacción, la respuesta emocional del espectador mediante el uso del color, la luminosidad y el brillo, que incrementa al emplear grandes formatos.
EXPOSICIONES:
LITERATURA: