Domínguez, Oscar
(1906 - 1957)

Nacido en la localidad tinerfeña de La Laguna, el 9 de enero de 1906, Oscar Domínguez es uno de los artistas más seductores e interesantes de la Escuela de París. Autodidacta e inquieto desde su juventud, Domínguez realiza su primer viaje a París en 1927, quedando irremediablemente fascinado por la corriente surrealista que esos años vivía su momento de mayor esplendor. Dos años más tarde se traslada definitivamente a la ciudad del Sena, donde pronto comienza a pintar obras en clave surrealista que despiertan gran interés entre el ambiente artístico de las vanguardias. La década de los 30 es especialmente importante en lo personal y profesional. Comienza una interesante trayectoria de exposiciones individuales y colectivas, e inicia su amistad con el grupo surrealista liderado por André Breton, en el que es acogido con entusiasmo y del que posteriormente sería integrante oficial, participando activamente en las exposiciones y actividades que estos organizaron, hasta que tras la Segunda Guerra Mundial rompe definitivamente con Breton. En esos años comienza a experimentar con técnicas de automatismo, dejando como aporte innovador la decalcomanía, que consistía en introducir pintura líquido entre dos hojas de papel presionándolas sin control Además de Breton, fue discípulo y amigo de Dalí, Tanguy Max Ernst, Matta, Jean Arp o Picasso, entre otros. A finales de los 30, se deja llevar por el proceso gestual y experimenta con los paisajes cósmicos originados por el automatismo gráfico. Posteriormente, y ya en las décadas de los 40 y 50, la trayectoria artística de Domínguez recorre interesantes períodos como los relacionados con los objetos mecánicos, los conceptos metafísicos, la pintura de referencia picasiana o las tauromaquias. Además trabajó la escultura surrealista, a la que incorporaba elementos tipo ready-made. Enorme en su aspecto físico y con una personalidad arrolladora, Oscar Domínguez representa la imagen perfecta de artista surrealista, con todo lo positivo y negativo que arrastra el concepto. Intentó dominar el torrente de vitalidad y creatividad que poseía con un exceso de alcohol y pasión que desembocaron en largos episodios de frenesí y depresión que finalmente pudieron con él la noche de su suicidio, el último día del año 1957. “(...) En medio de la espantosa inestabilidad de esa época conocí a un personaje extraño, el gran pintor español, en realidad canario, Oscar Domínguez. En los frecuentes encuentros en su taller, me insistía para que abandonase las “pavadas” del laboratorio y me dedicase por completo a la pintura. Pasábamos largas horas literalmente delirando, entre el olor a la trementina y la botella de cognac o de vino que no cesaba de correr por nuestras manos. La instigación al suicidio, por momentos aterradora, era una presencia constante luego de acabar cada botella. Sugerencia que me reiteró un domingo lluvioso, a la vuelta del Marché aux Puces. Yo le respondí: “No Oscar, tengo otros proyectos”. Ernesto Sábato