Constantino Grandío ha sido uno de esos pintores que iluminaron con luz propia las filas formadas por los pintores gallegos del S. XX. Nacido en Lousada, Lugo, Grandío se ve seducido en un principio por la filosofía, la música y la escultura. Y aunque ya siempre disfrutaría ejerciendo estas artes, sobre todo la música, su verdadera vocación va a ser la pintura, a la que se entrega sin concesiones durante toda su vida. A los 25 años se traslada a Madrid, integrándose rápidamente en los círculos artísticos e intelectuales de la capital, a la que se mantendría unido para siempre. Amigo de participar en todos los concursos y premios convocados, la vida artística de Grandío es un cúmulo de galardones y reconocimientos en vida, así como un sinfín de exposiciones realizadas en España y en numerosas capitales del mundo. La plástica de Grandío es única e inconfundible. Su pintura no esta adscrita a ninguna corriente artística y como sello personal destaca la seriedad de sus procedimientos formales al llevar a cabo una sintetización de la realidad y su poder para comunicarnos multitud de íntimas sensaciones sirviéndose tan sólo del color gris azulado al que puntualmente añade alguna tierra. Grandío muere a causa de una cruel enfermedad cuando aún es joven, apenas cumplidos los cincuenta, dejando un hueco insustituible dentro del panorama artístico gallego.
titulo // Recogiendo
fecha_creacion // 1967
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 50 x 61
Bellísima obra de Grandío, que recuerda vagamente la pintura rupestre con la que coincide tanto en la temática, tomada de las labores de la tierra, como en la reducción del dibujo a unas líneas esenciales que sugieren formas y significados. Una vez más, el pintor nos da una lección de abstracción al obtener la máxima sintetización figurativa. La obra es un juego de siluetas, formas brumosas e insinuaciones hechas realidad por medio del habitual color gris que ahora mezcla con un ocre amarillo. Este color es aplicado con unas pinceladas largas y ondulantes que, aunque ejecutadas con soltura, son fruto de una profunda meditación. Nada hay casual en la pintura de Grandío. Por el contrario, se trata de un trabajo elaborado, fruto de la seriedad con que el autor ejecuta sus planteamientos formales. Pocas veces pueden verse pinturas que comuniquen tanta emoción empleando tan pocos medios materiales.
titulo // Mi gato
fecha_creacion // 1965
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 66 x 50
Eterno amante de los animales, Grandío siempre tuvo en su casa gatos y perros a los que gustaba retratar. Un ejemplo es Mi gato: una obra que no deja indiferente al espectador. Melancólica, ingrávida, intemporal, vaporosa, íntima, sutil... la obra es por sí una poesía. Si se considera la abstracción como el reconocimiento de una cosa prescindiendo de cuanto le rodea para alcanzar una síntesis estética, he aquí un exponente en estado puro, a la vez que una lección para el que muchas veces se define erróneamente como arte abstracto cuando de lo que se trata es de propuestas informalistas. En su habitual juego de grises azulados destaca en esta ocasión la licencia ofrecida al fondo, que se ha teñido con sienas para transmitir cierto calor a la composición, resultado de una exquisita y mágica combinación de luz, color y forma.
titulo // Crucifixión
fecha_creacion // 1968
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 120 x 87
El Cristo de Grandío es una pintura intemporal, inclasificable y una de las obras de más autentica emoción del pintor gallego. Dicen que cuando Grandío terminó de pintar esta obra corrió exitado a contarles a sus amigos que había pintado un Cristo muerto en la Cruz que, sin embargo, no había muerto del todo: su Cristo seguía vivo en el cuadro. Paradójicamente, tras su ejecución, la obra fue adquirida directamente al pintor por un coleccionista judío residente en E.E.U.U, donde la obra permaneció varios años. En el Cristo de Grandío las extremidades se alargan y la figura se retuerce confiriéndole mayor realidad a la tragedia que esta aconteciendo. La aflicción del rostro oculto se expresa magistralmente a través de la impactante caída del cabello. Los blancos, grises y negros de Grandío nos transmiten un sutil y plácido sentimiento de ternura. En cualquier caso, el espectador no necesita una argumentación interpretativa acompañando la obra. Como toda la pintura religiosa desde sus orígenes, ésta llega al espectador a través de una reacción emotiva involuntaria, independientemente de las creencias personales o, incluso, careciendo de ellas.
Exposiciones:
Literatura:
titulo // Paisaje
fecha_creacion // 1969
tecnica // Óleo sobre tablex
dimensiones // 122 x 90
-En construcción-
Paisaje (A Coruña), 1969
Oleo sobre tablex
122 x 90 cm.
LITERATURA:
titulo // Mi perro
fecha_creacion // ca. 1965
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 66 x 80
Pintor y miembro de la sociedad protectora de animales, Constantino Grandío plasma en “mi perro” su cariño por su fiel compañero al cual incluso, dedicó unos versos “Pero un día tendré alas y entonces me amará y yo seré, como mi perro San Bernardo, feliz”.
En esta obra, el autor representa a su perro acurrucado, durmiendo en el suelo. A través de un plano en picado, realiza un retrato, desprovisto de movimiento, que suscita ternura y sosiego. Sintetiza una escena intimista, prescindiendo de lo superfluo, en la que el animal, cuyas extremidades están sin tratar, se funde con el fondo neutro. Para conseguir volumen y efectos de textura, se vale de toques de color oscuro y efectos lumínicos. El lienzo se caracteriza por su sencillez formal, conjugando pinceladas largas y lentas con una paleta casi monocroma de tonos gris y tierra. Los contornos difuminados de la imagen producen un efecto atmosférico que acentúa la sensación de intemporalidad y liviandad.
titulo // Pinceles y plancha
fecha_creacion // ca. 1965
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 40 x 32
En su búsqueda personal de lo esencial, Tino Grandío realiza una producción a medio camino entre la neofiguración expresionista y la abstracción, basada en la simplificación de la expresión.
En esta obra, el autor moderniza un tema tradicional al representar un bodegón con pinceles y plancha, en primerísimo plano. Prescinde de los detalles para ofrecernos una imagen sintética de la realidad, de gran carga poética, en la que el dibujo queda sustituido por el color. Emplea una paleta restringida, con predominio de tonos tierra, gris y negro, aplicada con pinceladas densas. El lienzo traduce la preocupación del pintor por el valor expresivo de las texturas, conseguidas por medio de los diferentes matices cromáticos. A través del contraste lumínico expresado mediante el color, crea un espacio bidimensional, carente de referencias, en el que el fondo queda neutralizado.
Valiéndose de un lenguaje sencillo y directo, “Pinceles y plancha” ilustra el lirismo latente en la trayectoria del pintor gallego. Nos sumerge en un universo repleto de sensibilidad y sutileza, donde no discurre el tiempo.