Huete, Anxel
(1944)

Änxel Huete Vales nace en Orense, donde ya desde su adolescencia disfruta de sus primeros contactos con el mundo artístico en las tertulias apadrinadas por Vicente Risco, en las que se encuentran, entre otros, José Luis de Dios, Virxilio, Acisclo, Xaime Quesada o Conde Corbal, quien instruye sus primeros pasos en la pintura. En 1965 se traslada a Barcelona, para estudiar en la escuela Massana y la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jordi. Posteriormente amplia su formación en la Escuela Superior de Bellas Artes de Berlín (H.F.B.K.), donde residirá hasta su regreso definitivo a Vigo, en 1972. Durante este periodo de importante formación personal, de grandes acontecimientos culturales y políticos en Europa, Huete va solidificando su propia forma de entender el arte, primero en Cataluña, con las corrientes informalistas, y después en Francia y Alemania, inmerso en las nuevas miradas artísticas que, en reacción ante el minimalismo de los sesenta, apostaban por el retorno a una pintura, con Matisse y la naturaleza como referentes, que se expresaba con un lenguaje plenamente abstracto y que Huete personaliza adicionando a su pintura un cierto geometrismo de carácter poético. Huete forma parte de ese grupo de artistas que, en la década de los setenta ponen todo su empeño y entusiasmo en abrir las ventanas de la cultura en Galicia para que se renovase el ambiente enrarecido que todavía se respiraba desde la Guerra Civil. Ese esfuerzo desemboca, en 1980, en la formación de Atlántica, una vía de interacción cultural integrada por artistas de muy diferente índole con el proyecto común de impulsar el debate en torno al arte contemporáneo y estimular la incipiente libertad de expresión plástica. Pero si Atlántica significó, además, un trampolín de lanzamiento para algunos de sus integrantes, para otros, entre los que sin duda se encuentra Huete, fue una experiencia nacida en base a una necesidad y su aportación, avalada por una sólida formación y una importante experiencia anterior con la vanguardia europea, tiene que ser reconocida, no solo por los propios protagonistas de aquel espíritu atlántico, sino por la generación posterior que al llegar se encontró con las puertas de la modernidad ya abiertas. Durante los ricos y fructuosos años de la movida atlántica, en los que es seducido por el expresionismo abstracto en sus diferentes vías, su interés se centra en las diferentes posibilidades de ciertas yuxtaposiciones cromáticas, en la combinación y en la estructuración de colores, con preferencia hacia los fríos, en superficies generalmente de grandes dimensiones. Paulatinamente, y siguiendo siempre una línea abstractiva, va concediéndole gran valor a los signos e iconos y su pintura, en general, se hace más densa y gestual, incluso más provocadora. Ya en la década de los noventa, trabaja en series como Albañilería fina, en la que ahonda en campos más conceptuales determinados por la conexión del pintor con la propia naturaleza de los elementos empleados. Huete es, además de un hombre inteligente de espíritu noble y sólidos ideales, comprometido con el tiempo que le ha tocado vivir, un pintor con una densa formación intelectual que ha utilizado la pintura como medio de exteriorización de sus pensamientos más que de sus sentimientos.