Anselm Kiefer nace en 1945, año de la caída del III Reich, en Donaueshingen (Baden-Württemberg, Alemania). Tras sus estudios de derecho y literatura, ingresa en la academia de Bellas Artes de Karlsruhe (Baden-Württemberg), donde tiene lugar su primera exposición personal (Galerie im Kauserplatz, 1969). Prosigue su formación artística en la Kunstacademie de Düsseldorf (1970-1972), donde conoce a Joseph Beuys, quien influiría en su obra. Entre sus primeros trabajos destacan los happenings y las instalaciones, en los que retrata la identidad alemana de la postguerra.
En 1980, Kiefer participa en la Bienale de Venecia (Italia) donde, junto a Georg Baselitz, representa el nuevo expresionismo alemán. Sus obras reflejan la historia y la cultura de su país, convirtiendo la memoria histórica en su principal leitmotiv. Se valen de fuentes heterogéneas: desde la mitología clásica hasta el pasado reciente de Alemania, incluyendo referencias a textos literarios (Celine) y sagrados (Kabbalah). El artista emplea soportes variados (entre ellos, la madera) para crear obras matéricas de gran tamaño, cuyas largas pinceladas nos conceden sentimientos siniestros y violentos. Representa una atmósfera de duelo y encierro a través del uso de materiales insólitos (hoja de plomo, ceniza, paja, arena…), conjugados con una paleta restringida, donde predominan el negro, el ocre, el azul y el granate. Kiefer utiliza el color de forma original, esculpiéndolo o pintando con transparencias. Apasionado por la literatura, sus trabajos incorporan fragmentos textuales bajo la forma de palabras, poemas o nombres, cuya función consiste en recordar y denunciar.
A partir de los años noventa, su labor se centra en esculturas (Berenice, 1990, Museo Real de Bellas Artes, Bruselas) e instalaciones (Jason, 1990, Monchelhaus Museum, Goslar). Se inspira en la naturaleza para plasmar sus reflexiones acerca de la muerte, del tiempo y de la cosmogonía, sin desatender los temas de las épocas pretéritas. En 1994, abandona Alemania y se instala en Barjac (Gard, Francia), donde actualmente se mantiene en activo.
titulo // Am Grunde der Moldau/Drei Kaiser
fecha_creacion // 2007-8
tecnica // Mixta lienzo-Plomo
dimensiones // 190x360x90
Am Grunde der Moldau (inscrp. áng. sup. izq.)
Drei Kaiser (inscrp. áng. sup. dch.)
Am Grunde der Moldau… ( En el fondo del río Moldau…) con estas palabras comienza el verso de Bertold Brecht titulado Das Lied von der Moldau ( La canción del Moldau), que versa sobre de las piedras que, sin entender de fronteras, vagan libremente por el fondo del río. En su recorrido por la República Checa, el río Moldau atraviesa la región de Moravia, donde se gestó la batalla de los Tres Emperadores (Drei Kaiser) o Batalla de Austerlitz, en 1805.
La obra de Kiefer, uno de los creadores más importantes de nuestro tiempo, es una continua referencia a ciertos hechos históricos, culturales y geográficos que se solapan entre sí, a la vez que se entremezclan entre inspiraciones literarias y poéticas. Para tratar inquietudes universales, Kiefer alude constantemente a la historia, abordando temas como el pasado nazi de su país, una cuestión que asoma constantemente en sus obras de forma más o menos explícita. Kiefer nació en 1945, todavía activa la II Guerra Mundial, y creció siendo espectador de la desmembración sufrida en su país. La razón se ser de la obra de Kiefer, que nunca es complaciente, hay que buscarla en el rescate de la memoria histórica y la exploración de los fundamentos de la condición humana.
Bajo el estímulo literario, Am Grunde der Moldau además de aludir a aquellos asuntos referentes a hechos históricos o a la ubicación geográfico-histórica, hace referencias a la ciencia y el destino. En este sentido, Keafer recuerda al poeta futurista ruso Velimir khlebnikov y su visión cíclica de la historia, que predijo que las catástrofes bélicas se producen cada 317 años. En su memoria y en la de todas las batallas, Keafer reproduce de forma recurrente buques o aviones de la II Guerra Mundial. En Am Grunde der Moldau la presencia de uno de esos barcos, monumental y melancólico, las enormes piedras que vagan por un fondo sin fronteras y la densidad y agitación de un mar intensamente azul oscuro conforman una escenografía que deja al espectador inexorablemente perturbado.
BIBLIOGRAFÍA:
EXPOSICIONES: