Urbano Lugrís nace en 1908 en el seno de una familia de intelectuales de La Coruña, ciudad en la que realiza sus primeros estudios artísticos y donde vive su primera juventud, inmerso en un entorno cultural teñido de ideología nacionalista. A principios de los años treinta se traslada a Madrid, fusionándose con el ambiente vanguardista y bohemio de la capital. Recorre España trabajando en espectáculos y escenografías teatrales, acompañando a Rafael Alberti y Federico García Lorca, entre otros. Durante la Guerra Civil se traslada a Galicia para dedicarse más intensamente a la pintura, aunque continua realizando colaboraciones en revistas, libros o producciones teatrales. En los años cincuenta, época de intensa creatividad artística y gran entusiasmo productivo, saca a la calle, junto a otros intelectuales gallegos, la revista Atlantida, que le sirve de vehículo idóneo para ejercer sus dotes de escritor, poeta y fabulador de historias. Lugrís ha significado para la plástica gallega, con Eugenio Granell y Maruja Mallo, una sustanciosa contribución al movimiento surrealista, cuya trascendencia en las vanguardias históricas de nuestro país alcanzó una magnitud excepcional. Su pintura, marcada por un reseñable sello personal, esta caracterizada por la minuciosidad en el trazo y por un dibujo exquisito, realizado dentro de un contexto fantástico y de ensueño. Los que le conocieron hablan de un hombre ingenioso, divertido y de espíritu noble. La última etapa de su vida está salpicada con tintes depresivos y de melancolía. Con la salud algo debilitada, el gran artista muere en Vigo, a los 65 años de edad.
titulo // Composición I
fecha_creacion // ca. 1948
tecnica // Mixta sobre tabla
dimensiones // 33 x 26
Con probabilidad, esta pareja de cuadros, de reducidas dimensiones y factura sencilla, procede de las paredes de la sala de juegos del yate Azor, propiedad de Francisco Franco. Allí Lugrís, hacia los años cincuenta, y por razones meramente circunstanciales, tuvo que acceder a los deseos del general y realizar una serie de pinturas que decoraran su yate de recreo. Originalmente no fueron ejecutadas directamente sobre la pared, aunque por la técnica empleada, el efecto final semejaba al de unas pinturas murales. Cuando se deshizo la nave, las obras fueron trasladados a soporte móvil y hoy se hallan repartidos por diferentes colecciones. Los motivos representados hacen referencia a temas marinos o relacionados con el juego. Son obras de factura muy sencilla cuyo mayor interés se basa en la propia historia que arrastran consigo.
EXPOSICIONES:
El Espejo Que Huye. Obras Colección FMJJ; Centro Cultural Palacio Revillagigedo, FMJJ-Cajastur, Gijón, 2009
LITERATURA:
David Barro, Cat. El Espejo Que Huye. Obras Colección FMJJ, Ed.FMJJ-Cajastur
titulo // Composición II
fecha_creacion // ca. 1948
tecnica // Mixta sobre tabla
dimensiones // 33 x 26
Con probabilidad, esta pareja de cuadros, de reducidas dimensiones y factura sencilla, procede de las paredes de la sala de juegos del yate Azor, propiedad de Francisco Franco. Allí Lugrís, hacia los años cincuenta, y por razones meramente circunstanciales, tuvo que acceder a los deseos del general y realizar una serie de pinturas que decoraran su yate de recreo. Originalmente no fueron ejecutadas directamente sobre la pared, aunque por la técnica empleada, el efecto final semejaba al de unas pinturas murales. Cuando se deshizo la nave, las obras fueron trasladados a soporte móvil y hoy se hallan repartidos por diferentes colecciones. Los motivos representados hacen referencia a temas marinos o relacionados con el juego. Son obras de factura muy sencilla cuyo mayor interés se basa en la propia historia que arrastran consigo.
EXPOSICIONES:
El Espejo Que Huye. Obras Colección FMJJ; Centro Cultural Palacio Revillagigedo, FMJJ-Cajastur, Gijón, 2009
LITERATURA:
David Barro, Cat. El Espejo Que Huye. Obras Colección FMJJ, Ed.FMJJ-Cajastur
titulo // Marina
fecha_creacion // 1962
tecnica // Temple sobre muro
dimensiones // 120 x 240
En el primer manifiesto surrealista, en 1924, Breton denuncia, entre otras cosas, el principio de la lógica y reclama que la libre imaginación dirija nuestras ideas y nuestros actos, así como que nos expresemos en base al funcionamiento real de nuestro pensamiento, en ausencia del control de la razón. Coincidiendo con estas premisas, y aunque lejos de circunscribirse a este, ó a ningún otro ismo, Lugrís se sumerge espontáneamente en un mundo de fantasía para contarnos con pinceles su imaginado universo propio, sus sueños hechos realidad. La obra, un mural procedente del antiguo bar León, en A Coruña, es un paisaje imposible extraído de los sueños de un marino. Con su personal concepción del espacio, la escena es contemplada desde un interior, a través de unos vanos estructuralmente exentos de lógica y de los que cuelgan unas cortinas tejidas como nasas, a la vez que recuerdan la cola de un monstruo gigantesco recogido de alguna de las muchas leyendas marinas que alimentaron y enriquecieron su imaginación. En esta obra se dan cita muchos de los elementos que habitan el mundo extraordinario y libremente recreado de Urbano Lugrís: en el primer plano, además de las redes-cortinas, aparece la copa recién rescatada de un valioso tesoro marino, el pescado, el papagayo o la medusa, ese ser asombroso y mágico que forma parte de su iconografía desde sus primeras pinturas, en la década de los 30. Al fondo se abre el paisaje en el que un gran navío, como un buque de cabotaje, navega por los puertos galaicos sin perder de vista la costa atlántica, en la que siempre hay un pueblo marinero. Unos graffitis de motivos marinos engalanan los muros de las casas, unas casas que parecen elevarse al cielo, hasta tocar un universo de astros, estrellas, lunas y planetas de cuento.
Literatura:
Catálogo exposición "Viaxe ó redor do mundo". Auditorio Galicia, Santiago, 1998 (il. p.34)
Cat. exposición 80 años/800 artistas coruñeses. Ed. FMJJ, dic. 2008 (ilustrado)
titulo // Interior con ventana
fecha_creacion // 1962
tecnica // Temple sobre muro
dimensiones // 120 x 240
A principios de la década de los 40, Lugrís vuelca todo su interés en la pintura definiendo unos modelos que, con más o menos evoluciones, habitarán para siempre su universo plástico marino. Muy pronto los murales van a significar un medio importante en el que desarrollar su obra. En ellos se magnifican sus sueños oceánicos y se ensalza la exquisitez de su plasticidad El presente mural, procedente del ya desaparecido bar León, también hostal, situado en la entonces concurrida calle de la Estrella, en A Coruña, fue pintado por Lugrís durante una temporada en la que permaneció allí hospedado, el año siguiente del fallecimiento de su esposa. Otras pinturas del mismo bar tuvieron peor suerte y fueron tristemente destruidas en diversas remodelaciones del local. Esta es la parte posterior de un mural, de carácter exento, que separaba la cocina del resto del establecimiento. El “horror vacui” que caracteriza muchas de sus composiciones se transforma en esta ocasión en la desamparada imagen de la soledad. Quizás puedan intuirse rasgos autobiográficos, tal vez sea el preludio de los períodos depresivos que se avecinan. Lo cierto es que representa la tristeza del vacío plasmada en la pared de una fonda de puerto, tan solo ocupada por una llave triste que cuelga de un viejo y también triste cordón, una jarra de vino, una botella firmada y el barquito que navega eternamente y sin rumbo dentro de su botella. Son objetos rodeados de una áurea de melancolía. Pero la sensación de desasosiego se afloja al respirar por la ventana que se abre, como un cuadro dentro de otro cuadro, al mar coruñés del Orzán. También en otros murales, como en la Casa del Pescador de Malpica, y en muchas obras suyas de diferente índole, el paisaje se contempla a través de un interior, distanciándonos del horizonte.