Natural de La Coruña, Luis Mosquera se inicia en el arte de la pintura a la temprana edad de ocho años, con el profesor Roman Navarro, en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal. A los diecinueve se traslada a Madrid, donde vive el ambiente cultural de los años veinte, que refuerza su profunda vocación pictórica. Más tarde viajará a París, donde toma contacto con las vanguardias vigentes. Luis Mosquera sabe observar con objetividad los nuevos estilos plásticos, al mismo tiempo que estudia las lecciones referentes a la pintura tradicional. El pintor toma en cada momento lo que considera útil y apropiado. Luis Mosquera tiene la cualidad de entusiasmarse con todos los estilos artísticos que conoce, ya sean los clásicos italianos, los maestros flamencos o las últimas corrientes del París que acaba de descubrir. Y con esta mirada abierta consigue formarse un estilo propio, basado en una pintura de sabor tradicional aderezada con algunas de las soluciones que se desarrollaban en las nuevas tendencias de vanguardia. Establecido definitivamente en Madrid, el pintor se convierte en uno de los más estimados retratistas del momento, al tiempo que cultiva otros géneros como el bodegón o el desnudo femenino, de los que dejó una espléndida colección.
titulo // Bodegón
fecha_creacion // ca. 1950
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 37 x 44
Luis Mosquera cultiva el género del bodegón con notable maestría y dominio técnico. Prueba de ello es esta pequeña composición, ejecutada con una dicción considerablemente clásica, formada por un jarrón de cerámica vidriada y varias peras dispuestas para ser dibujadas desde diferentes ángulos. No hay complicaciones técnicas. El autor sencillamente pretende pintar unos frutos que nos sugieran la vida que late en ellos, en una atmósfera que inspira intimidad. Predominan en igual medida el dibujo y el color. Este es suave y amable. La superficie de las frutas está ejecutada con suma delicadeza. No se ha recurrido a trucos de luces y sombras u otras soluciones fáciles, sino que el autor juega simultáneamente con el color y la textura de la propia pintura para conseguir unas calidades justas y ricas en matices, así como un volumen de resultados muy acertados