Nacido en Lugo, en 1964, Antonio Murado cursa Bellas Artes en Salamanca, donde se licencia en 1986, un año después de realizar su primera exposición individual en la Galería Sargadelos de Santiago de Compostela. Ese mismo año complementa su formación en los “Talleres de Arte Actual” del Circulo de Bellas Artes de Madrid, con Juan Navarro Baldeweg. Desde entonces, más de medio centenar de muestras individuales dentro y fuera de nuestras fronteras, así como incontables muestras colectivas dan testimonio de la extraordinaria trayectoria de Murado. Su reconocimiento viene avalado con importantes becas y galardones nacionales, entre los que destacan, en 1987, la “Beca Manuel Colmeiro” de la Xunta de Galicia, la obtención del primer premio en el V Concurso de Pintura L´Oreal, en 1989, la “Beca de Creación Artística Banesto”, en 1990, o la beca Unión Fenosa de 1995, con la que accede a la Cooper Union School de Nueva York, ciudad donde actualmente reside. Las propuestas conceptuales y figuración expresionista de sus inicios dan paso en la década de los noventa a unos trabajos en los que el lienzo es empleado como un campo experimental donde se registran acontecimientos pictóricos, juegos procesuales y reacciones alquímicas entre los materiales que, una vez solidificados en la epidermis del cuadro, adquieren cualidades sensoriales capaces de activar ciertos estados anímicos de quien las contempla. La obra de Murado esta excluida del tópico posicionamiento entre figuración y abstracción. Son trabajos de carácter serial: Paisajes, Redes, Marañas, Pétalos... En los últimos años, trabaja en obras de grandes formatos que versan sobre la interpretación de cautivadoras nubes y gélidos paisajes. Las obras de Murado no finalizan al concluir su intervención física, sino que permanecen vivas porque de forma implícita provocan la posterior interpretación subjetiva del espectador.
titulo // Cuarteto
fecha_creacion // 1993
tecnica // Mixta sobre lienzo
dimensiones // 140 x 140
Cuatro proyecciones paisajísticas se dan cita en esta obra, como fragmentos de espectáculos infinitos que se potencian con su proximidad. Cuatro colores y cuatro topografías diferentes, superficies densas con apariencia orgánica como sustancias efervescentes que no pueden emulsionarse y que son captadas mientras fermentan en la superficie. Estructuras espesas y húmedas que resultan de la alquimia entre pigmentos, aglutinantes y disolventes, a los que se le ha otorgado una cierta licencia de autonomía para engendrar sus propias formas arbitrarias. Murado es heredero de ciertas cualidades de la pintura antigua al concebirla siempre en escenarios de superficies planas, carentes de materia, que cuida de pulir y barnizar, superficies bidimensionales sobre las que crear ilusiones espaciales, retratos de soledades, presencias y misterios. Son espectáculos visuales en los que la figuración y la abstracción se dan cita de forma espontánea. Decía Picasso que no hay pintura que no sea figurativa de algún modo. Matizando ese postulado, el propio Murado explica sus pinturas diciendo que “son una mezcla de las dos cosas. El tema es abstracto y el tratamiento figurativo en el sentido de que no hay la representación de una realidad sino la realización de una realidad”.
titulo // Hojas
fecha_creacion // 2000
tecnica // Mixta sobre lienzo
dimensiones // 100 x 81
Aunque la obra no pertenece a las magnas y cautivadoras series con las que se conoce la trayectoria artística de Murado, se dan cita en ella algunas de las constantes del lenguaje de su personal universo plástico. Tres ramas de un verde muy oscuro y otras tantas de rojo vivo, con su respectivos brotes de hojas, se dibujan explicitamente sobre un fondo lleno de su propia vaciedad. Aunque la imagen sea de lectura espontánea, no se trata de una copia de la realidad, tampoco de su síntesis, puede decirse que la utiliza como referente externo para interpretarla ó manipularla. La obra es entendida visualmente como el segmento de un conjunto mayor. Cualquier tipo de efecto espacial, luces, degradaciones cromáticas ó profundidad, propias de la tradición pictórica, desaparecen. La concretividad del dibujo, en sus formas planas, se contrapone a la sensación de descuido que produce el arrastre del pigmento sobre el fondo, que provocan que las formas se queden agarradas a él. Esta expansión del pigmento, producida por la acción de disoluciones, lijados, barnizados y otros procedimientos propios del autor, implica que la imagen representada deja de ser cierta para evidenciar que es pintura, el ejercicio físico de un pintor.
titulo // Paisaje helado
fecha_creacion // 2001
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 200 x 400
Se presenta en este lienzo un paisaje tranquilo, tema de importante resonancia en su obra, que es sobre todo una conquista de tonos, de variación gradual, trabajado casi con veladuras que nos lleva a una delicadeza que recuerda a Tiziano, tan admirado por Murado. Es una interpretación personal y matérica del autor del género de la pintura paisajística. Un paisaje gélido que delata a la literatura de exploraciones polares como fuente constante de emoción en la infancia de Murado, que resulta armonioso, ingrávido, sin mayor pretensión que reflejar la naturaleza y la simplicidad estructural y efímera del hielo. El tono sepia nos lleva a la fotografía, la base de la obra, pero transformada en un paisaje destinado a existir en nuestra mente disolviéndose de la memoria con el paso del tiempo. Es un espacio vacío, silencioso, que nos sobrecoge casi a la manera romántica dieciochesca del Mar de hielo de Freidrich. Pero el paisaje de Murado roza la abstracción para recrear un espacio que debemos ser capaces de leer a partir de pistas mínimas, es más una sugerencia que una presencia.
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