Hijo de diplomático uruguayo y de madre gallega, el pontevedrés Leopoldo Nóvoa García vive una infancia marcada por el exilio, primero en Argentina, a donde se traslada a los siete años, y después a Uruguay, a los diecinueve, cuando acaba de estallar la contienda civil en España. Allí comienza los estudios de Arquitectura y, más tarde, de Derecho. Pero realmente su futuro se determina cuando conoce a Torres García, en Montevideo, con motivo de la edición de la revista APEX, fundada por Nóvoa en colaboración con otros dos amigos. A través de esta publicación contacta también a Juan C. Onetti. Tanto éste como Torres García ejercerán una enorme y grata influencia en sus comienzos artísticos.En 1953 realiza su primera exposición en Buenos Aires, auspiciado por su compatriota Luis Seoane. En esta época lleva a cabo la ejecución de murales de gran interés en diversas ciudades latinoamericanas.En 1965 se traslada a París, donde reside diez años. Allí obtiene fructíferos resultados en cuanto a su propia realización personal y artística, alcanzando una nueva dimensión de la profundidad del arte y modificando substancialmente su lenguaje plástico. A mediados de la década de los setenta retorna a Galicia, y a partir de entonces su vida transcurre entre el taller de París y el de la aldea gallega de Armenteira, sacros lugares para un artista que encuentra en ellos los únicos refugios de un existir tocado por el desaliento.La plástica de Nóvoa persigue una reconciliación entre realidad y sentimiento a través de la armonía entre diferentes lenguajes. El artista rechaza el espacio ilusorio de la pintura convencional para sustituirlo por una nueva dimensión que trascienda el tiempo, el lienzo y el espacio. Con referencias directas al italiano Lucio Fontana, la plástica de Nóvoa es una transgresión a los métodos formales tradicionales. Su obra sólo puede entenderse analizando los tres elementos esenciales que estructuran sus obras: espacio, materia y luz.
titulo // Maqueta para los grabados de la polígrafa
fecha_creacion // 1990
tecnica // Mixta sobre cartón
dimensiones // 91 x 84
Las obras de Nóvoa no pueden analizarse en fragmentos con identidad propia porque perderían toda su fuerza simbólica y expresiva. Sus composiciones son para disfrutarlas y entenderlas sin prejuicios, como dimensiones que sobrepasan la temporalidad y el espacio real.Con enorme sutileza, el autor selecciona en esta obra unas tonalidades contrastadas que surgen desde la eternidad del blanco hasta un negro que nos invita a la reflexión. Como si se tratase de una superficie cósmica, la epidermis de la obra es extremadamente rugosa y densa, y en ella aparecen incluidos sólidos grumos limados, fruto de un acto consciente y simbólico.El lenguaje propuesto por Nóvoa es de carácter irreferencial. La serena dialéctica entre luz y color se despliega por la superficie de la obra sin violencia, lejos de las manifestaciones expresionistas al uso. La incorporación de formas geométricas contrastadas, que completan la estructuración de la obra, se convierten en acontecimientos plásticos que, aunque arrastran una gran carga emotiva, se hallan exentos de dramatismo, como tal es el sentir de su autor.
titulo // Dominante vertical con mecate y nicho
fecha_creacion // 1993
tecnica // Mixta sobre lienzo
dimensiones // 50 x 50
Como un paisaje lunar de valores infinitos, Nóvoa nos abre aquí un espacio de carácter tridimensional mediante el cual obtiene una nueva magnitud plástica en la que luz-espacio-materia se integran poéticamente. Esta nueva idea del espacio propuesta por Nóvoa, como algo metafísico, queda materializada en esta obra a través de una superficie próxima a un bajorrelieve. El autor inicia la construcción de la obra por el reverso, desde donde tensiona el soporte, para después proceder a la incorporación de un objeto cotidiano simbólico. Se trata de un mecate, término latinoamericano referido a la cuerda de pita, que el autor adhiere sobre una superficie previamente texturizada a base de minerales de diferentes formas y tamaños, extraídos de la propia tierra. Los materiales empleados por Nóvoa nunca son casuales. La obra rechaza cualquier discurso informativo y apuesta por un dialogo silencioso e íntimo con el espectador. La tonalidad, próxima a una monocromía blanca, color de la eternidad, está salpicada de leves grafismos multicolores. La obra nos seduce por la propia energía que produce, como una fuerza misteriosa que nos conduce a un determinado estado anímico.