Parada Justel, Ramón
(1871 - 1902)

Parada Justel es, con Ovidio Murguía, Jenaro Carrero y Joaquín Vahamonde, uno de los integrantes de la mítica Xeracion Doente, denominación impulsada por Bello Piñeiro para definir al grupo de pintores que vivieron alrededor de las tres últimas décadas del S. XIX, el tiempo que duraron sus vidas, rápidamente consumidas por la tuberculosis, la fiebre romántica de la bohemia. Entre todos ellos construyeron el puente de enlace entre la tradición pictórica decimonónica y la renovación artística que llegaría con el S. XX. Ramón Parada Justel, nacido en la aldea orensana de Esgos, en 1871, demostró desde su infancia un enorme talento para la pintura, lo que le llevó a ingresar en 1888, con el primer puesto de la clasificación, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, donde además tiene la ocasión de trabajar incesantemente en el estudio y copia de los maestros del Museo del Prado. Tras cinco años de brillantes estudios obtiene un pensionado que le permite completar su formación en Roma, donde el descubrimiento del arte clásico le produce una profunda impresión. Su condición de pensionado le obliga a componer una pintura de gusto académico que, si bien le convierten en un dibujante excepcional, su estilo está lejos de lo que demanda sus ambiciones y su afán por nuevas exploraciones plásticas. Su verdadera y natural orientación comenzará a verse en las obras efectuadas en su regreso a Orense, donde recibe varios encargos que además, nos hablan de un pintor ya con cierto prestigio. En 1895 se había presentado a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, con Regoyos, Rusiñol o Sorolla, entre otros. Ya de regreso en Orense concurre a la Exposición nacional de Bellas Artes, donde recibe una tercera medalla, y otra dos años más tarde, en 1901, en la del Círculo de Bellas Artes. En los últimos años de su vida se ha instalado de nuevo en Madrid, donde trabaja apasionadamente hasta su muerte, en Orense, cuando tan solo contaba 31 años de edad. Parada posee un talento extraordinario para el dibujo. Impresiona la seguridad de sus trazos, y sus magistrales valoraciones en los efectos de la luz. Conoce perfectamente la anatomía humana y domina el dibujo y los scorzos violentos. En la última etapa de su corta vida es extraordinaria la agilidad en el empleo de las pinceladas, que se han convertido en brochazos directos de color.