Alfonso Rodríguez Castelao es, con Rosalía de Castro, la personificación del galleguismo más noble y de la Galicia contemporánea en general. Alfonso Rodríguez Castelao nace en 1886 en la localidad pontevedresa de Rianxo, donde vive hasta que a los diez años se traslada a vivir a Argentina, a donde su padre había emigrado el mismo año de su nacimiento. De regreso a Galicia ingresa en el Instituto de Bachillerato de Santiago. Realiza la carrera de medicina, doctorándose en 1909. Ese mismo año viaja a Madrid, donde colabora en el III Salón de Humoristas. Dos años más tarde se casa con Virginia Pereira y es, precisamente en esta época cuando comienzan a hacerse crónicas unas dolencias en los ojos que condicionarán en cierta medida toda de su vida. Su consolidación en el terreno artístico y de la ilustración le empujan a tomar la determinación de abandonar el ejercicio de la medicina. Se intensifican entonces las colaboraciones en prensa y en el terreno humorístico. En 1915 obtiene la tercera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid. Dos años más tarde es nombrado Profesor ayudante de dibujo en el Instituto de Pontevedra, donde se ha establecido, al mismo tiempo que trabaja como funcionario en el Instituto Geográfico y Estadístico. Como galleguista se adhiere a las Irmandades da Fala desde los primeros momentos y funda a revista Nós, encargándose de la dirección artística, al mismo tiempo que continúa su labor artística, y el desarrollo de sus teorías sobre el hecho plástico. Recorre con fines artísticos, Francia, Países Bajos, Alemania y la Bretaña, donde estudia sus cruces de piedra, de las que posteriormente realizará una publicación editada por el Seminario de Estudos Galegos. Es nombrado académico de la Real Academia Gallega. Con la proclamación de la República, en 1931, fue elegido diputado en representación del Partido Galleguista para las Cortes Constituyentes. En 1936 vuelve a ser elegido diputado. Dirige la campaña en favor del Estatuto de Galicia. Viaja a New York con su mujer, a Califórnia y a Cuba, siempre en continua campaña en favor de la República. Es nombrado Presidente Honorario de la Federación Mundial de Sociedades de Negros. Tras la guerra, y firme a su doctrina política, se exilia en Argentina, donde realiza un gran trabajo de divulgación galleguista hasta su muerte, el 7 de enero de 1950.
titulo // Labrega con neno
fecha_creacion // 1914
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 68 x 100
La presente obra se enmarca dentro de la primera etapa plástica del artista, en la que realiza abundante pintura al oleo de temática referente a la realidad social gallega pero sin la finalidad, todavía, de emplearla como medio de acción política. En esta época se advierte mayor gusto por las formas y las composiciones que en épocas posteriores, con un lenguaje plástico de claras reminiscencias modernistas. Son estos unos años de gran actividad expositiva dentro y fuera de Galicia. El arte de Castelao se define primeramente por su constante humorística y satírica, en la que las gentes humildes suelen ser los protagonistas. Físicamente condicionado por la dolencia crónica de sus ojos, agravada con los años, y moralmente por la necesidad vital de producir un arte al servicio de Galicia, en las pinturas del rianxeiro prima la comunicación de la realidad social gallega sobre cualquier cuestión plástica. El cuadro esta dedicado al doctor Leyes en agradecimiento por atender a su esposa en el nacimiento de su único hijo, Alfonso Xesús, en 1913, que desgraciadamente moriría de tuberculosis a los catorce años. La obra responde al tipo de composición más frecuente del autor: en primer plano unas figuras, en este caso una campesina que camina solemne con un niño, figura muy frecuente en este momento. Ambos llevan la mirada baja, van en silencio, el mismo silencio que parece asolar todo el lugar, situado ante un paisaje distribuido a dos niveles. En el superior predomina un cruceiro iluminado, testigo mudo de todo lo que ocurre a su alrededor. Xesús Carro dijo: “Nuestro egregio Castelao, alma de artista y pensador, no vio la imagen de nuestra Galicia en las sonatas de los murmullos de las robledas, ni en sus cielos, ni en las aguas, ni en su paisaje, ni en la gaita... sino en esas cruces de piedra que se elevan en los cruceiros y que se encuentran en los caminos, en las corredoiras y en las plazas de aldeas y pueblos... Por eso Castelao, un genio, se dio cuenta de que el alma de Galicia estaba en aquellas cruces de piedra: detrás del drama había también una resurrección.”. La composición se cierra con los eucaliptos: gigantes que habitan desordenados y firmes la tierra gallega, elevados como fantasmas enormes. La oscuridad cromática elegida, como también la prefería frecuentemente su compañero y amigo Xeús Corredoira, a quien le une una gran afinidad estilística, le da a la obra una carga más profunda de realidad.
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