Nacida en Xeve, Pontevedra, en 1928, Mercedes Ruibal Argibay nace en el seno de una familia de artistas. Su madre era una pintora naif, su padre escribía, su hermana era una conocida cantante y su hermano el dramaturgo compostelano José Ruibal. Además, era la esposa del pintor y dramaturgo Agustín Pérez Bellas (1925-1982). La infancia de Mercedes Ruibal está marcada por la fuerte depresión de postguerra padecida por su familia, de profunda inclinación republicana, aunque ese hecho no restó nada de la alegría, extravagancia y vitalidad que ha caracterizado a la pintora. Ruibal se inicia en la pintura arropada por su gran maestro Laxeiro, en Buenos Aires, por el que se siente abiertamente influida durante las primeras épocas de su trayectoria plástica. La pintura de Mercedes Ruibal está encauzada por la vía de la que se ha denominado como “nueva figuración”, un movimiento de la década de los sesenta, estilísticamente heterogéneo, conectado por el planteamiento común de reaccionar ante el informalismo de la época anterior y proponer una pintura de base figurativa, que consideraban más idónea para transmitir mensajes de trasfondo político y social. Dentro de este contexto, la pintura que nos ofrece Mercedes Ruibal esta planteada con un enfoque de expresionismo primitivo e ingenuista que en ocasiones evoca la rusticidad románica. Los temas de sus obras en ocasiones son denunciadores y de crítica social, en correspondencia con el espíritu de la década de los sesenta, realzado por la radicalización del compromiso político.
titulo // La bebedora de ajenjo
fecha_creacion // 1973
tecnica // Óleo sobre tablex
dimensiones // 100 x 80
El argumento de las mujeres bebedoras en solitario nos evoca involuntariamente al impresionismo francés más genuino, romántico y bohemio, y a la característica visión del café parisiense, de donde podemos extraer como referencia obras tan memorables como “La bebedora de absenta” (ajenjo) de Degas (1876), que nos ofrece la imagen triste de una mujer ebria, o “La bebedora” que, entre las muchas que realizó Toulose-Lautrec, retrata en 1887 a la famosa y apasionada modelo Susan Valandon, por citar solo algunos ejemplos emblemáticos. La bebedora de Mercedes Ruibal tiene en común con las mujeres representadas por los maestros franceses la profunda tristeza que las envuelve. Pero a diferencia de los impresionistas, que pintan mujeres para después invitar al espectador a contemplarlas solapadamente, Mercedes Ruibal nos presenta una mujer que mira de frente al espectador, como si el tiempo se detuviera en una mutua contemplación. Técnicamente, la figura de la mujer se desplaza a la izquierda y queda compensada espacialmente por las flores, componente familiar en las obras de Ruibal, y el fragmento de cuadro, que bien puede ser un homenaje a su querido maestro Laxeiro. No hay en la composición un proyecto de estudio lumínico, la luz procede del propio color. Son las tonalidades fuertes que colman habitualmente la paleta de la pintora, especialmente azules y rojos. La figura de la mujer se siluetea con unos amplios trazos negros que acentúan el carácter ingenuista propio de la pintura de Ruibal.