Tono Carbajo (Vigo, 1960) se crió en el seno de una familia ajena al arte, pero sus estudios en el Colegio Alemán le proporcionaron una educación más abierta que la oficial en plena dictadura franquista. Será su padre quien le compre una caja de pinturas con la que creará sus primeros trabajos sobre papel y cartulina, en esta época también tiene la oportunidad de contemplar a Laxeiro pintando en el Círculo Mercantil y conocer la obra de Leopoldo Nóvoa. A los 20 años se traslada a Barcelona para estudiar pintura en la Escuela Massana y posteriormente ingresar en la Facultad de Bellas Artes de Sant Jordi. Asimismo, aprovecha su estancia en la ciudad para relacionarse con otros intelectuales y visitar numerosas galerías de arte. En una de estas visitas tiene la oportunidad de admirar las obras de Antoni Tàpies que le causarán gran impacto, así como el estilo de Miró, Moore o Klee que contempla en obras de la Fundación Miró, o las creaciones del grupo Cobra, principalmente la obra de Karel Appel de los años 50. Sus primeras obras se vinculan con el empleo de colores ácidos que potencian la expresividad, al tiempo que comienza a sentir un especial interés por las cualidades plásticas de la materia y la expresión de la pincelada. Asimismo, reduce la figuración al contorno exterior. A comienzos de los años 80 se traslada a Madrid, realiza un curso con Luis Gordillo en el Círculo de Bellas Artes y comienza su carrera expositiva por distintas ciudades de España, prosiguiendo su interés por la aplicación de la materia y el oscurecimiento de la paleta. Por otro lado, su matrimonio con la coreógrafa Nati Aguilar le abrirá las puertas a nuevas formas expresivas como los happenings y los performances. En esta época comienza también su relación con el movimiento Atlántica, renovador del panorama artístico gallego con el que Carbajo reconoce su conexión generacional y geográfica. En su estancia a Nueva York de mano de una beca de Unión Fenosa, culmina su proceso de simplificación y diputación. Paulatinamente, desde 1986 irá abandonando la materialidad gruesa en sus creaciones y profundizará en la idea del espacio como expresión principal de las mismas, además de incorporar a su lenguaje la escultura. Después, los procesos digitales, la informática y la fotografía comienzan a formar parte de la elaboración de sus obras. La trayectoria de este artista le ha hecho merecedor de que sus obras estén presentes en colecciones tan destacables como la del Artium (Vitoria); la del Centro Galego de Arte Contemporánea (Santiago de Compostela) o la de la Fundación Caixa Galicia (A Coruña).
titulo // Cabezón
fecha_creacion // 1986
tecnica // Mixta sobre arpillera
dimensiones // 127 x 81
Tono Carbajo es uno de los creadores que en la década de los 80 formó parte del grupo de artistas que renovaron el panorama plástico de Galicia, liderado por el grupo Atlántica, aunque él nunca se ha considerado miembro del movimiento. Carbajo prefiere que se le relacione con nombres de artistas coetáneos como Matamoro o Cáccamo, que no se encasillan en un estilo concreto. Su estilo evolucionó desde una gestualidad que se puede considerar agresiva, pasando por el protagonismo que otorgó a la materia, hasta adentrarse en un proceso en el que fue depurando las formas, preocupándose por el espacio e introduciendo técnicas digitales, informáticas o de fotografía en sus creaciones. En la obra Cabezudo (mixta sobre arpillera, 127x81 cm., 1985) queda patente el interés de Carbajo por las formas primitivas. Si bien se acerca a la abstracción, la obra contiene un tema reconocible, una simple figura antropomorfa de marcados contornos. El círculo centra la composición y se introducen abundante materia, además de técnicas como el collage que aporta textura y aumenta la carga expresiva del conjunto. A través de una figura humana Carbajo juega con la imperfección que busca intencionadamente por medio de la libertad en la utilización del color y de las formas, valiéndose del primitivismo formal y cambiando el enfoque visual. Cabezudo se encuadra en la serie que realizó el artista entre 1984 y 1985 bajo el título Los cabezones, en ella deforma las figuras protagonistas para expresar estados de ánimo y distintas sensaciones. Los trazos empastados, la violencia gestual y cromática de la serie tienen sus raíces en el expresionismo abstracto de Karel Appel, el graffiti, el dibujo infantil y el Art Brut de Dubuffet. Carbajo admite, además, la influencia de Tom Wesselman: “me encantaba ver cómo enfocaba al personaje, haciéndole ocupar casi todo el plano”.