Hijo de padres asturianos, Adolfo Estrada nace en 1927 en San José, California (EEUU), donde vive hasta los siete años, cuando regresa con su familia a España para instalarse en Santander, ciudad que toma definitivamente como suya. A los quince años inicia su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de la ciudad cántabra, destacando rápidamente en la Ilustración y el Diseño, actividad que no abandonará nunca. Estrada se distinguió como integrante comprometido y activo de los movimientos culturales renovadores del Santander de la posguerra. En la década de los cincuenta, su proyección artística se centra en la pintura, teniendo como referente más inmediato a Pancho Cossio. En 1952 se traslada a Madrid para estudiar los estilos artísticos del pasado y del presente, en busca del suyo propio. Tras realizar varias muestras individuales en Madrid y Santander viaja a Nueva York, donde poco tiempo después realiza una importante exposición. A lo largo de su vital expediente formativo, la pintura de Estrada ha sido una progresiva reafirmación de su particular modo de exteriorizar su intimidad, en un estilo que podría definirse como realismo poético, en el que los colores se convierten en palabras. Estrada es un pintor fundamentalmente intimista, que se expresa a través de un exquisito cromatismo basado en frías y cuidadas gamas grisáceas. Su temática gira, de modo casi exclusivo, en torno al bodegón y a la figura femenina, a la que dota de una voluptuosidad poética teñida, en ocasiones, de cierta soledad y dramatismo.
titulo // Interior
fecha_creacion // 1984
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 71 x 58
La figura de la mujer y el género del bodegón son los motivos temáticos que ocupan, casi exclusivamente, la trayectoria plástica de Adolfo Estrada, presentando cada uno de ellos su propia evolución estilística. En el caso del bodegón, es a partir de la década de los setenta cuando las soluciones plásticas aplicadas hasta entonces sufren un profundo cambio. Estrada abandona el lenguaje de raíz neocubista, tomado de su maestro Pancho Cossio, para experimentar con unas composiciones que, en un espacio que sigue siendo irreal, resuelve introduciendo mayor cantidad de objetos, potenciando el juego constante con los primeros planos y aumentando la definición del dibujo y las calidades de los objetos, lo que llegó a constituir una obsesión para el artista, como ya le pasara a Cossio. También con el discurrir del tiempo la paleta de colores fue evolucionando, ganando levedad, despojándose de anteriores tierras rojizas para reservarse, de forma casi exclusiva, el uso de los tonos plateados y marfileños. Así pues, en esta composición, realizada ya en la década de los ochenta, el color gris envuelve y enaltece las formas y volúmenes, como si la obra hubiera sido pintada, con íntima nostalgia, en la amanecida gris de una mañana de invierno.