Antonio Saura nace en 1930 en Huesca. Durante la Guerra Civil su familia vive en Madrid, Valencia y Barcelona, ciudades en las que nacen sus primeros recuerdos de visitas al Museo del Prado o al Parque Güel; imágenes que afloraran más tarde en sus lienzos porque “la memoria también pinta”. En 1943 una tuberculosis ósea le mantiene durante 5 años en la cama, un tiempo de lectura y reflexión que forjará un pensamiento propio activo y comprometido. De formación autodidacta, realiza su primera exposición de corte surrealista en una librería zaragozana en 1950. Posteriormente se traslada a París, parada inexcusable de la vanguardia pictórica española, donde descubre la luz y la libertad y se relaciona con la vanguardia artística de la capital. Poco tiempo después, el surrealismo dará paso a una pintura de trazos más enérgicos y un color que se reduce a las directrices informalistas. En 1956 regresa a España y al año siguiente funda el grupo de pintura informalista El Paso, junto a un heterogéneo grupo de artistas entre los que destacan Millares, Feito, Canogar o Manuel Rivera, creando un movimiento crucial y necesario para la escena cultural española del momento. Durante esta etapa utiliza una gama de colores reducida al blanco y negro. En 1960 entra a formar parte del grupo Estampa Popular y este mismo año gana el Premio Guggenheim. En 1967 se instala definitivamente en París y desde allí se implica en la oposición a la dictadura franquista. Desde 1971 hasta 1977 renuncia a pintar sobre lienzo para dedicarse a la escritura, al dibujo y a la pintura sobre papel. A partir de 1977 inicia la publicación de sus escritos. Realiza varias escenografías para el teatro, el ballet y la ópera. Además de la pintura fue un hombre apasionado por la lectura y la escritura que le llevo a realizar numerosas ilustraciones de libros y publicar ensayos y artículos como Espacio y Gesto (1959). En 1992 recibe la Medalla de Oro de las Bellas Artes y en 1995, el año de su prematura muerte, el Gran Premio de la Ciudad de París.
titulo // Dama vertical
fecha_creacion // 1961
tecnica // Óleo sobre lienzo
dimensiones // 120 x 40
Las mujeres son un tema recurrente en la trayectoria artística de Antonio Saura a partir de 1954, como lo fue de muchos artistas internacionales que desde diversas expresiones plásticas como el expresionismo americano o el informalismo europeo, a partir de la década de los cincuenta, hicieron resurgir el interés hacia el estudio formal de la figura humana. Dama Vertical fue concebida como el elemento central de un tríptico que representaba “Las tres gracias” (cf. Catálogo Exposición Galería Van de Loo, Munich, 1962, nº 12), un tema por el que Saura mostró gran interés durante la década de los cincuenta y principios de los sesenta. Posteriormente el pintor destruyó los dos paneles laterales y aisló el central, rebautizando la nueva obra Dama Vertical, titulo genérico que da nombre a una de las series más conocidas del pintor, iniciada en 1960 cuando, superada la aventura surrealista de los años 1953 y 1955 en París, y la posterior inmersión en el lenguaje del expresionismo abstracto de los años de fundación de “EL Paso”, afloran en sus obras elementos figurativos que se estrenan no solamente en la serie de Damas, sino también en otras igualmente célebres como los “Retratos imaginarios”, de la misma época, en las que reduce la gama cromática a negros, grises y blancos, y construye las figuras con fuertes trazos de expresividad agresiva.
Una importante serie de obras sobre papel de pequeño formato, creados en la misma época, acompañan a esta obra.
Exposiciones
Literatura
titulo // Crucifixión
fecha_creacion // 1960
tecnica // Mixta sobre papel
dimensiones // 62x90
Desde la tradición creada en la alta Edad Media por Cimabue, en Italia, en la que el Maestro repetía la imagen del Cristo bizantino, la crucifixión se convirtió en uno de los temas más representados a lo largo de toda la historia tradicional de la pintura occidental. La crucifixión es mucho más que un icono religioso: con frecuencia simboliza el sufrimiento humano y el dolor individual.
Arquetipo del crucificado por su sobriedad, su humanidad y su dignidad, se hace inevitable trazar ciertos paralelismos con el Cristo que pintó Velázquez, al que Saura admira profundamente. Salvando las obvias diferencias estilísticas, ambas obras asientan su fuerza en la ausencia de fondo, paisajes u otras figuras, así como en el rechazo a los efectismos de sangre o al color en general. Las figuras son autosuficiente y únicamente ellas desprenden la emoción. Las crucifixiones de Antonio Saura son llevadas al lienzo con el empleo de la gama de colores blancos, grises y negros que se presentan en conflicto entre si, con un lenguaje puramente expresionista y desvelando una tensión que nos habla de torturas y simbolismos. Ya dijo Francis Bacon que la Cruz era “una maravillosa estructura en la que colgar todo tipo de sensaciones y sufrimientos”. La obra, de 1960, esta enmarcada en una época importante en la trayectoria de Saura, una fase de fervor personal y rotundidad creativa que queda visiblemente reflejada en sus creaciones.
EXPOSICIONES
Galeria Pierre Matisse, Nueva York
Patrick Cramer Gallery, Ginebra
Con Mirada Propia, Palacio Municipal Exposiciones Kiosko Alfonso, A Coruña, 2007
LITERATURA:
Revista Subastas Siglo XXI – nº 86, pag. 13
Catálogo exposición Con Mirada Propia, Palacio Exposiciones Kiosko Alfonso, Fundación María José Jove, A Coruña, 2007 (pag. 137 )
175 Años de Pintura Española, Fundación María José Jove, A Coruña, 2007 (pag, 122-125)