Cuando era un niño Francisco Leiro, siempre autodidacta, comienza a observar los volúmenes de los cuerpos con insistentes juegos infantiles de figurillas del barro. Ya adolescente, surgen pequeños encargos de índole variada por las comarcas próximas a su villa natal, Cambados (Pontevedra), como relieves para lápidas funerarias. Es entonces cuando Leiro comienza a realizar unas esculturas que brotaban espontáneamente de su interior, con las que realiza su primera exposición, a los dieciocho años, en la Caixa de Aforros de Pontevedra. Corría el año 1975, entonces sus obras producían asombro, no vendía nada y comenzaba a asumir una vida consagrada a la incomprensión y a la carestía. Pero unas infatigables ansias de experimentación, las dosis necesarias de perseverancia y la convicción y el amor inconmensurable por el arte han logrado que, treinta años después, sus monumentales esculturas sean exhibidas y admiradas en las más importantes salas internacionales. Después de aquella primera muestra en Pontevedra y de otras igualmente infructuosas en diversas salas gallegas, expone en Madrid, en 1982, en el Club Internacional de Prensa, se une al colectivo Atlántica en la muestra realizada en el Pazo de Xelmirez de Santiago y después, en 1984, expone por primera vez en la Galería Montenegro, desde donde arranca realmente su trayectoria, que irá colmándose encadenadamente de innumerables exposiciones por todo el mundo, reconocimientos y honores de sobra merecidos. En la escultura del cambadés, destaca la evocación de mitos e indagación en la iconografía pagana o cristiana envueltas con una cierta carga irónica, la preferencia por la figura humana en posturas dificultosas, la predilección por las líneas curvas, las grandes dimensiones, la combinación de elementos figurativos y abstractos, la conjunción de materiales diferentes o la reivindicación a la tradicionalidad de la actividad artística manual. En general, la mayoría de estos aspectos han pervivido a lo largo de su trayectoria, si bien con sutiles diferencias entre unas y otras etapas que se han ido haciendo más complejas, tanto conceptual como artísticamente. Así, tras unos inicios evocadores del espíritu surrealista y dadá, e incluso pop, nos encontramos a principios de los ochenta con unas esculturas figurativas con cierta tendencia a la languidez que frecuentemente policromaba totalmente, privando de cualquier función a la materia. A partir de 1983, cuando se introduce en el circuito artístico más renovador de Madrid, sus obras se vuelven más potentes y dramáticas, esquematiza los cuerpos y la policromía se reduce, extrayendo todo el potencial de los materiales empleados, especialmente los viejos troncos de carballos y castiñeiros gallegos. Sin embargo, tras su traslado a Nueva York, en 1987, se hace más frecuente el uso de materiales prefabricados. En cualquier caso, siempre con un lenguaje común, el cuerpo humano; figuras en forma de personajes populares o míticos, sarcásticos o amables, irónicos o trágicos, esperpénticos o hermosos.
titulo // Pigmalión
fecha_creacion // 1998
tecnica // Madera policromada
dimensiones // 216 x 145 x 115
Según la mitología clásica, Pigmalión era rey de Chipre y escultor de profesión. A pesar de ser un joven bello e inteligente, Pigmalión rechazaba a todas las jóvenes de su pueblo, incluso a las más bellas, pues él solamente deseaba una mujer ideal que no encontraba. Un día decidió realizar una estatua que representara esa mujer imaginada. Y así, comenzó a trabajar sin descanso, día y noche, sin apenas comer, hasta que de sus manos surgió la estatua de marfil más hermosa jamás vista. Apasionadamente enamorado de su creación, Pigmalión suplicó a Afrodita, diosa de la belleza, que convirtiera su estatua en mujer de verdad. La diosa, admirada de la obra maravillosa que había realizado y conmovida por el sufrimiento del escultor, decidió concederle el deseo y dar vida a la estatua. Leiro representa en esta obra el momento en el que la escultura femenina, todavía con las piernas de marfil, se está transformando en mujer y los dichosos enamorados se dan el beso de amor. Pigmalión y Galatea, que así se llamó la mujer a partir de entonces, tuvieron una hija llamada Pafo y se sabe que su amor se extendió más allá del tiempo. Ya desde los años ochenta Leiro se interesa por la mitología, un campo al que regresa una y otra vez y en el que encuentra un pozo inagotable para trabajar con la figura humana. Antes de esculpir sus obras, dibuja y estudia detenidamente los cuerpos y sus posibles movimientos, graduando y potenciando al máximo su expresividad, como la figura de la mujer que, representada con las piernas aun de marfil, esta obligada a contorsionar la mitad superior de su cuerpo, que ya ha adquirido vida, en busca del beso de amor. No se sabe desde que punto de vista es mas hermosa la obra, que no tiene anverso ni reverso. En este aspecto se entronca de nuevo con la imaginería clásica del periodo helenistico, donde se experimentan nuevos recursos compositivos y torsiones de los cuerpos, y cuando se promueve por primera vez, por parte del artista, la invitación al espectador a moverse alrededor de la composición. En Pigmalión se dan cita la galleguidad y la universalidad, la tradición policromática de la imagineria española, el clasicismo griego, y el vanguardismo. Todas las materias son válidas para sus formas, aunque sin duda es la madera con la que mejor se expresa ya que, como en esta ocasión, le permite jugar a combinar la madera tratada a dentelladas, casi en estado bruto, con la madera perfectamente pulida del cuerpo de la mujer. Según William Jeffett, coautor del catálogo de la exposición organizada en 2004 por la SEACEX y conservador del Dali Museum de St. Petersburg, “Pigmalión esta lejos de ser simplemente una exploración teórica de los materiales y los procesos, ni tampoco esta determinado por un tema claramente cargado de significado. En esta notable pieza (Pigmalión), Leiro recupera una posición –solo esa- de la vanguardia: la eliminación de la barrera que separa el arte y la vida y la consiguiente fusión de las dos en una sola estética y ética”.
Exposiciones:
LITERATURA:
titulo // Retén
fecha_creacion // 2005
tecnica // Madera castaño policromada
dimensiones // 296x170x133
El trabajo de Francisco Leiro como escultor se relaciona siempre con la figuración expresionista, aunque se clasifique en diferentes etapas. En su trayectoria hay referentes que persisten como la escultura tradicional gallega, la monumentalidad de las creaciones de Miguel Ángel, la estatuaria egipcia o el expresionismo alemán que dan como resultado unas creaciones con enorme expresividad. Aunque la mayoría de sus creaciones tienen un carácter ameno, sarcástico, de entretenimiento, a Leiro le gusta mostrar su compromiso con la sociedad y con las situaciones que ésta padece. Este es el caso de la obra Retén (madera de castaño policromada, 236x70 cm., 2006) en la que se retrata a una de las personas que colaboraron en la extinción de la multitud de incendios que asolaron Galicia en el verano de 2006. La figura va ataviada con el característico uniforme amarillo, mascarilla y los útiles de trabajo que llevaron los voluntarios y operarios para evitar la propagación del fuego. Sus piezas siempre tienen un carácter narrativo ya que cuentan historias, en este caso desde el lado más amargo. Este retén vinculado con un acontecimiento trágico de la reciente historia gallega se puede relacionar con la serie Recolectoras, en la que retrata a mujeres que colaboraron con la limpieza de las costas tras el desastre ecológico que provocó el naufragio del petrolero Prestige frente a Galicia. Con estas obras el autor homenajea a las personas anónimas que ayudaron a paliar los daños que provocaron estas dos catástrofes y al mismo tiempo, denuncia unas situaciones que generaron una gran alarma social. La monumentalidad, en esta ocasión potenciada, característica de las creaciones de Leiro dota a la figura de una importante presencia visual, pero sin embargo, el volumen, el equilibrio, la masa y el espacio siguen siendo los fines últimos de la obra. La variedad en la utilización de los materiales también ha sido constante en la carrera del artista, desde el empleo de diferentes metales, pasando por la piedra o la madera. De ésta utiliza distintos tipos aprovechando sus peculiaridades cromáticas que le facilitan la consecución de las calidades expresivas perseguidas. En la obra Leiro no oculta las huellas dejadas por la gubia que potencia con el color aplicado sobre la madera. Así, la tosquedad de la talla de la madera se ve paliada por la policromía que insufla vida y personalidad a la figura, tratándose de un elemento plástico que potencia la lectura primitivista y expresiva de la pieza. Con el retrato de un retén Leiro conjuga en una misma obra el concepto clásico de la estatuaria con una temática de plena actualidad, recogiendo el interés cada vez más persistente por las imágenes extraídas de los medios de comunicación.
LITERATURA: